Durante los años más difíciles de la transición el PCE propuso un gobierno de concentración democrática como fórmula más idónea para hacer frente a los peligros que se cernían sobre la joven democracia española. Ciertamente había entonces una “emergencia democrática”. En concreto había el riesgo de golpe militar, como se deducía de la agitación en los cuarteles y se pudo comprobar el 23F.  La idea de gobierno de concentración no cuajó, pero hubo un Pacto de la Moncloa, que supuso una especie de programa mínimo aceptado por todos los partidos democráticos. Así, pues, la idea de que ante una emergencia democrática cabe una iniciativa excepcional no es nueva.

Para completar el cuadro anterior, cabe señalar que el PSOE no estaba en absoluto interesado en un gobierno de concentración democrática porque se veía como la alternativa de gobierno. Para hacer visible tal alternativa, en 1980 presentó una moción de censura al Gobierno Suárez, moción que no prosperó, pero contribuyó a reforzar la credibilidad de dicha alternativa y a resaltar la figura del candidato a Presidente del Gobierno, Felipe González. El PSOE, segundo partido de la Cámara, consiguió el apoyo del PCE y de otros cuatro partidos pequeños, cosechando 152 votos para la moción que perdió frente a los 166 de UCD, absteniéndose el resto.

Podemos anuncia estos días una moción de censura para hacer frente a una situación de excepcionalidad democrática, caracterizada, al parecer, por los continuos escándalos de corrupción que afectan al partido del Gobierno. Resulta curioso constatar que, en Cataluña, donde los escándalos de corrupción sacuden con mayor gravedad aún a la antigua CiU (porque afectan al mismísimo Pujol), Podemos ni se plantea algo parecido.

Si de lo que se trata es de desalojar del Gobierno al PP,  Podemos debería haber propuesto esta salida a C´s y al PSOE, intentando una iniciativa acordada por los tres partidos. No lo hace porque esa fórmula estuvo sobre la mesa tras las Generales de Diciembre y fue rechazada por Iglesias con cajas destempladas. Raro sería que, ahora, la propusiera sin autocriticarse del pasado. Y sin un compromiso de los tres partidos cualquier moción de censura está abocada al fracaso, como demuestra el cachondeo con que Rajoy se ha tomado la noticia. Peor aún: puede que el resultado de la moción sea reforzar a Rajoy.

Si el objetivo de la moción no es cambiar el Gobierno,  imitando al PSOE de 1980, Iglesias busca aparecer como la alternativa de Gobierno. A diferencia de entonces el proponente de la censura no es el segundo partido de la Cámara (entonces a gran distancia del tercero) sino el tercer partido que cuenta con tan solo 70 escaños (120 el PSOE de entonces). Si el PSOE votara a favor de la moción de Podemos estaría reconociendo que Podemos (y no el PSOE) es la alternativa al PP. Consciente de que el PSOE no puede votar su moción, Iglesias tendrá un buen pretexto para cargar contra el PSOE, acusándole de ser el culpable de que Rajoy primero llegase a La Moncloa y, después, siga gobernando. Por eso me temo que el debate de la moción de censura será, sobre todo, una censura de Podemos al PSOE.

Lo cual se sitúa en la línea que marcó el Congreso de Vistalegre: el PSOE es el enemigo a batir. De todas las caras que se exhiben en el tramabus hay una decisiva: la de Felipe González. Todo lo demás es pelusilla de butaca. Es curioso el argumento con el que Iglesias mete a Felipe en la trama. El vídeo promocional empieza con el agua: abres el grifo y hay una empresa que gestiona la distribución de tu agua, empresa cuyo accionista mayoritario es Slim, el cual, mira tú por donde, es amigo de Felipe. Con tan potente argumento tenemos a Felipe, léase al PSOE (de eso se trata ¿no?), en medio de una trama de políticos y empresarios que te están jodiendo la vida. ¡Hombre! No me parece bien  que Felipe esté en algunos consejos de administración; pero Felipe ya no manda casi nada en el PSOE, ni me parece que tampoco influya nada de nada ni en el precio del agua ni en ninguna otra cosa. Yendo un poco más lejos, eso de la trama es una verdadera gilipollez, que Marx, un estudioso del capitalismo de su época, hubiese rechazado como una tontuna. Pero esa tontuna tiene un fin: atacar al PSOE, lo cual no sería ni bueno ni malo, salvo que para llegar al gobierno en la España actual, la izquierda necesita un cierto grado de entendimiento, porque de lo contrario, tendremos derecha para rato.

¿Porque casi nadie ve hoy una verdadera situación de excepcionalidad democrática?  No es cierto, como ha dicho Cifuentes, (con más voluntad que acierto)  que la corrupción es incompatible con la democracia. En democracia se han producido, se producen y se producirán también en el futuro casos de corrupción, frente a los que hay que exigir responsabilidades políticas  y, en su caso, judiciales. Si la corrupción afecta, sobre todo, a un determinado partido (en España, hoy, a dos, el PP y el PdeCat) son los electores con sus votos los que deben, en última instancia, establecer las responsabilidades políticas. En la competencia política, parece lógico que los competidores del PP (y, sobre todo, los medios de comunicación que los sustentan) acentúen la crítica y promueven la exigencia de responsabilidad política. Esta situación, por cierto, no es nueva. Contra el Gobierno de Felipe González se desencadenó una enorme campaña basada en sonoros casos de corrupción que todos recordamos. Por cierto, mucho más sonados que los actuales porque implicaban nada menos que al Director de la Guardia Civil , huido de la Justicia, y al Gobernador del Banco de España, detenido por la policía. Pero aquello tampoco fue una verdadera emergencia democrática, emergencia que por aquel entonces solo defendían Aznar y (vaya por Dios) Anguita.

Lo que pasa, ahora, es que la política española no pasa por su mejor momento. Con un PP preocupado por cuál será el siguiente escándalo que les salte; con un PSOE sumergido en unas primarias de las que, inevitablemente, saldrá dividido y con un Podemos subido al autobús de la trama (antes la casta), es decir fuera de la realidad e incapaz de organizar una movilización pasable; con los independentistas catalanes corriendo desesperadamente hacia ninguna parte, parece que solo Ciudadanos y el PNV  están al turrón, vale decir, a la política. Y todo ello en un año decisivo en el que vamos a asistir al ser o no ser de Europa, un asunto que nos interesa un pelín, pero que ocupa menos espacio en los medios que las aventuras del andóbal de Puerto Lumbreras, por ejemplo. Lo cual da una reflejo de cuál es el nivel del debate público en España. Y este sí que es un grave problema de la democracia española porque la enorme pobreza del debate político que ofrecen las TV daña gravemente el funcionamiento de la democracia que para funcionar bien necesita una opinión pública informada. No es un mal solo español. Alguien ha dicho que si queremos saber por qué se ha producido el Brexit solo hay que mirar los tabloides británicos. Aquí, para entender los males de la patria habrá que empezar por ver las tertulias de las TV y de las radios.